¿Quién eres sin tu nombre? - Escapril día 19
Una patada en la esquina del patio
un empujón desde lo más alto
una caída desde un tobogán
-qué hospital ni qué hospital
la niña está bien mujer la niña
sólo tiene media cara ensangrentada-
una maleta de casa en casa
mudanza de piel pétrea
en trayectos de ocho horas
arrojadme al maletero
qué más dará qué me importa:
el suicidio se asoma
a kilómetros por hora
bastaría con abrir la puerta
dejarme caer rodar bastaría
con dejar de ser.
Después de un cumpleaños
de sangre entre las piernas
sueño con tiras de mi dermis
me vuelvo Dido las extiendo
por kilómetros de asfalto
hasta donde tú te encuentras:
aunque para qué todo esto
para quién si no me aguanto.
A mí dejadme sola a mí
echadme a los cerdos
os lanzaré un beso cuando caiga
os reiréis conmigo y sin mí
un hueco alegre en el pecho
sí, yo la conocí,
era alta, graciosa, tenía en los ojos
un bosque de hoja perenne
y en la boca siempre
una palabra adecuada
la recuerdo, en concreto, dormida
sobre un folio, riéndose
desde el fondo de una cueva
sobre su miedo inverso a las alturas:
si miraba desde abajo hacia algo muy alto
se mareaba la muy boba
nunca supe si por incapacidad
para asumir que existían cosas
más altas que ella misma
o porque pensaba que no merecía
llegar tan alto como quería.
un empujón desde lo más alto
una caída desde un tobogán
-qué hospital ni qué hospital
la niña está bien mujer la niña
sólo tiene media cara ensangrentada-
una maleta de casa en casa
mudanza de piel pétrea
en trayectos de ocho horas
arrojadme al maletero
qué más dará qué me importa:
el suicidio se asoma
a kilómetros por hora
bastaría con abrir la puerta
dejarme caer rodar bastaría
con dejar de ser.
Después de un cumpleaños
de sangre entre las piernas
sueño con tiras de mi dermis
me vuelvo Dido las extiendo
por kilómetros de asfalto
hasta donde tú te encuentras:
aunque para qué todo esto
para quién si no me aguanto.
A mí dejadme sola a mí
echadme a los cerdos
os lanzaré un beso cuando caiga
os reiréis conmigo y sin mí
un hueco alegre en el pecho
sí, yo la conocí,
era alta, graciosa, tenía en los ojos
un bosque de hoja perenne
y en la boca siempre
una palabra adecuada
la recuerdo, en concreto, dormida
sobre un folio, riéndose
desde el fondo de una cueva
sobre su miedo inverso a las alturas:
si miraba desde abajo hacia algo muy alto
se mareaba la muy boba
nunca supe si por incapacidad
para asumir que existían cosas
más altas que ella misma
o porque pensaba que no merecía
llegar tan alto como quería.
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