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Mostrando entradas de mayo, 2019

La figura del ahorcado

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Hoy he venido a hacerme una visita cronotopo de mi camino desandando que atraviesa hasta el ahora de camiseta de Nirvana cómo es posible que la lleves puesta si la tengo doblada en el armario: siete años han pasado y vienes no a llamarme estúpida por cesar el trazo de infinitos en su espalda sino por perdonar lo imperdonable tú ya lo sabes chica de quince sobre diez tú ya lo intuyes sin saberlo una bruma entre tus sesos una advertencia tácita un recuerdo de lengua sobre lengua: tu primer beso fue peor una analepsis, un recuerdo dentro de cinco años y en siete te arrodillarás ante ti misma: pide clemencia oh infiel a esta religión del yo el silencio al otro lado del satélite el tono iracundo las amenazas su látigo contra la niebla todo mejor que esto. Ahora no pronuncias lo indecible ya no sabes, lengua de piedra, escribes poemas malos, crípticos Lorca vomita en un callejón de muerte y recuerdas la sirena en la voz de tu madre abres la boca en el diván za

Ocho minutos, veinte segundos

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Te voy a querer con mis manos de plata con mis ojos de sol entre las hojas con la luna rota de mis pechos me brotarán al fin los pétalos tras los dientes entre los labios olerás mis pensamientos de otoño: te envuelvo con la calidez que crepita entre las ramas de mis dedos en tu rostro apoya tus manos cansadas, heridas el hueco imposible de mi cintura: hay una fascinación en el aire en la línea discontinua de tu pupila hacia la mía quietos, callados entre jadeos y un suspiro de vapor que junto a mí contienes respiramos juntos, cuatro pulmones las franjas de luz parecen tangibles un sol del sur que acaricia y reflejo: eres un hombre de piel de oro hundes las manos en la tierra tienes madera de verano en los ojos y arrancas llamaradas desde la raíz las absorbes hacia dentro se las brindas a todos quienes gozan del privilegio de abrazarte cuando quieran -a mí me guardas fuegos fatuos las más cálidas y suaves llamas que tiemblan en tus dedos tibios y en mis muñeca

Genuflexión

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Me escupes a la cara mientras te hundes hacia mi útero. Me llamas de todo directamente al oído -no te guardes nada, soy el hilo dental y el sabor a hierro. He descubierto entre tus omóplatos un lugar donde afilar mis uñas: muerde, muerde fuerte aquí, justo aquí, jadea, ve a lavarte. Me escuece entre las piernas y entre los dedos tomo el líquido denso y blanco, tan blanco, para que no te manche el sofá. El rumor de la ducha en el baño. Mi cuerpo frío. Qué blanco tu clímax, cariño. Mi endometrio sangrante te agradece estos retazos tuyos de pureza. No me oirás por la ducha pero se me escapa una risa histérica, un histrionismo que agita mi pecho y me arruga la nariz. El olor acre de tu saliva reseca baja por mi garganta. Cuando salgas seguiré aquí con mis medias hasta la rodilla y nada más, con mi piel nívea de muñeca y nada más, con mi par de cuernos de carnero y nada más. Qué divertido todo esto, cariño. ¿Puedes explicarme cómo es generar tanta pureza dentro del lugar más sacrílego