El caníbal III

Cómo existir - Escapril 2024, día 29.

He caminado por las aceras de la noche
he llegado hasta mi casa, o cualquiera
de mis casas: mamá me ha preguntado
qué tal desde su cama, o quizás no,
quizás he encontrado a mi pareja
frente al ordenador y se ha preocupado
por lo que me ha pasado, y le he dicho
"luego".

La ducha llora un agua que lame
de mis pies descalzos la mugre y la sangre,
pero el horror se me queda tras los ojos,
el horror necesita uno de esos grifos
que tienen en las fábricas para limpiarse
antes de la ceguera, antes de que lo tóxico
robe.

No quería ducharme allí, creo que nunca
llegué a ducharme allí, en la casa
del poeta, en la casa de la bestia,
en la casa del pasillo donde ahora
se desangra como un cerdo la fiera.

Una vez en ese corredor jugué a los legos:
hay que entender que, para seguir el juego,
a veces es mandato destruir lo anterior
y crear algo nuevo con pedazos viejos;
y ha sido violento pero, a mis casi treinta años
entiendo que ciertas cosas no se piden
desde la vergüenza católica, sino con la rabia
de Cristo en el templo volcando mesas:
más que una petición, una exigencia.

La sangre del poeta se marcha por el sumidero
paso de ser diosa de sangre y rabia
a ser yo, Julia, como siempre tan humana;
y pienso en el poeta abierto en el pasillo
y en que yo nunca quise abrirlo,
y pienso en que él pensará que me ha parido
-qué risa, qué egocéntrico es el tío:
él me hundió los dientes y partió
mis huesos y bebió, o eso creía él,
cada gota de mi esencia, pero ya,
pues he sido yo quien, ahí dentro, me he nutrido
de sus restos y poco a poco he crecido;
he sido yo quien ha salido, quien ha tomado
los trozos perdidos de mi carne
y los he cosido; he sido yo quien ha emergido
entre tripas y piel, quien al mirarle la cara ha visto
una criatura débil
que tan solo se arrastra
se arrastra
y se arrastra, sí,
pero ya no conmigo.

(Fuente de la imagen: The Descent).

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