Ocho minutos, veinte segundos

Te voy a querer con mis manos de plata
con mis ojos de sol entre las hojas
con la luna rota de mis pechos
me brotarán al fin los pétalos
tras los dientes entre los labios
olerás mis pensamientos de otoño:
te envuelvo con la calidez que crepita
entre las ramas de mis dedos en tu rostro
apoya tus manos cansadas, heridas
el hueco imposible de mi cintura:
hay una fascinación en el aire
en la línea discontinua de tu pupila hacia la mía
quietos, callados entre jadeos y un suspiro
de vapor que junto a mí contienes
respiramos juntos, cuatro pulmones
las franjas de luz parecen tangibles
un sol del sur que acaricia y reflejo:
eres un hombre de piel de oro
hundes las manos en la tierra
tienes madera de verano en los ojos
y arrancas llamaradas desde la raíz
las absorbes hacia dentro se las brindas
a todos quienes gozan del privilegio
de abrazarte cuando quieran
-a mí me guardas fuegos fatuos
las más cálidas y suaves llamas
que tiemblan en tus dedos tibios
y en mis muñecas de porcelana:
elevada a la categoría de diosa
máxima alegoría de lo humano
tengo el placer de devolverte el gesto
y somos, pues, dos amantes, dos amados,
dos mamíferos entre lo extraño
y entre metales nobles nos amaremos
entre elementos, metáforas, nombres
en mayúscula: cariño, incluso cuando
eres un píxel a kilómetros por hora
y de distancia, incluso entonces
yo saboreo el dorado de tu aliento
yo te amo con mis manos de plata.

(Artista: Joseph Lorusso)

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