Genuflexión

Me escupes a la cara mientras te hundes hacia mi útero. Me llamas de todo directamente al oído -no te guardes nada, soy el hilo dental y el sabor a hierro. He descubierto entre tus omóplatos un lugar donde afilar mis uñas: muerde, muerde fuerte aquí, justo aquí, jadea, ve a lavarte. Me escuece entre las piernas y entre los dedos tomo el líquido denso y blanco, tan blanco, para que no te manche el sofá. El rumor de la ducha en el baño. Mi cuerpo frío. Qué blanco tu clímax, cariño. Mi endometrio sangrante te agradece estos retazos tuyos de pureza.

No me oirás por la ducha pero se me escapa una risa histérica, un histrionismo que agita mi pecho y me arruga la nariz. El olor acre de tu saliva reseca baja por mi garganta. Cuando salgas seguiré aquí con mis medias hasta la rodilla y nada más, con mi piel nívea de muñeca y nada más, con mi par de cuernos de carnero y nada más. Qué divertido todo esto, cariño. ¿Puedes explicarme cómo es generar tanta pureza dentro del lugar más sacrílego y adorado de tu cuerpo? Yo sólo sé de pedazos muertos y blandos, oscuros como un dolor, que me han manchado para siempre: no me pongáis ese vestido tan blanco ibicenco, voy a mancharlo, así que sí, dadme ese velo, que nadie vea que se me escapa la risa de nuevo.

No, no voy a ducharme después de ti. Quiero que vengas aquí y me hagas tragarte. Te limpiaré los restos del olor de mi sexo con la lengua, me quedaré sin respiración mientras me agarras la cabeza. ¿Cómo puedo ser tan guarra, preguntas? Mis risas quedan ahogadas por las embestidas de tu cadera, me aparto con una arcada y los ojos llenos de lágrimas, cómo me duele la garganta. Quiero cada gota de tu pureza, beber esa amargura densa como un jarabe para curar mis tumores rojos, palpitantes, oscuros como cada pensamiento. Esta es la historia de siempre: estoy enferma de ying y de luna, merezco tus desprecios y quiero que me odies, que me asfixies, que me escupas, y no limpiarme jamás porque volverás a mancharme.

Acabas exhausto, me tumbo a tu lado con movimientos curvilíneos de gato, mi risa suena entre enamorada e infantil y oculta el escozor, los dolores del sexo hinchado, el clímax que no se ha desparramado por mi cuerpo. Si por mí fuera, me quedaría de rodillas, con los calcetines altos, desnuda y sucia. Esperaría paciente a tus próximas embestidas, alcanzaría la trascendencia a través de estos encuentros que reconozco espantosos. Súcubo para ti, soy puta y sólo una parte despreciable de mí lo disfruta.

Cuando te duermes, me levanto y camino con piernas debilitadas hasta el baño. El silencio me cubre los hombros con su tacto de lija, sólo roto por la orina que pasa sobre las microabrasiones, así las llaman, ocultas entre mis piernas. Me limpio con cuidado para que el papel no me raspe, después me lavo el sexo con agua templada tirando fresca, un instante de alivio. Me seco con mimo, me miro en el espejo: admiro todo el odio que rezuma mi cuerpo. Soy la Belladona de Tristeza tanto antes como durante como después. El demonio soy yo, mis cuernos de carnero romperían todos los cristales. Parezco una actriz porno tras el rodaje con un puñado de billetes en la mano y un grito que no brota dentro, bien dentro de su útero. Dios bendiga la pastilla anticonceptiva que me destroza.

Dios bendiga estas lágrimas que no brotan, esta risa atascada en la laringe, este gesto de niña taciturna en mi rostro aún sucio. Me he convertido en todas las mujeres del mundo, las contengo en su impureza impuesta, y conozco sus clamores: las que gritan que no, las que asumen este rol como yo, las que se rebelan contra él, las que niegan el horror y lo llevan por bandera, las que pasan por todas las fases.

Salgo del baño con más escándalo del necesario. Voy a despertarte, cariño, con besos en el cuello y mordiscos suaves. Mancíllanos más, haznos olvidar todas las preguntas que nadie quiere responder, enséñame dónde está mi lugar: ¡tu clímax blanco, una vez más, hasta que me rebose el útero, hasta que mi corazón lo palpite! ¡Vuélveme blanca, entera! Y que todo lo que quede de mí seas tú. 

Comentarios

  1. Había leído el avance de este texto pero hasta ahora no había tenido oportunidad de leerlo completo y me ha dejado sin palabras. Podría extenderme diciendo que me ha roto bastante, pero creo que lo explico mejor diciéndote que me ha llegado al útero. Impresionante.

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    1. Chica, entre un comentario y otro me vas a subir el pavo una barbaridad. Al útero es dónde te tenía que llegar exactamente creo yo. Se ve que estoy haciendo bien mi trabajo de... ¿cirujana?
      Gracias de nuevo por comentarme, de verdad. No sabes cuánto me alegra que te gusten mis textos.

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