Nostalgia - Escapril día 6

El tumor dentro de mi pecho se acelera
según separo la tapa en forma de corazón
de la caja con forma de corazón
llena de polaroid que huelen a girasol muerto:
devoré todas sus semillas y guardé las cáscaras
junto a los alientos suaves que movían tu pelo
como las brisas de verano las cortinas.

Tengo los dedos ennegrecidos de arrancarle
protuberancias a mi órgano más odiado
como quien quita esas bolitas de tela a la ropa vieja
y jamás se marchará la tinta bajo mis uñas cortas
pero para abrir esta caja me lavo las manos a conciencia
y aparto las cáscaras, elevo las polaroid
como un clérigo levanta el cuerpo de Cristo
aunque sin intención de (re)partirlas pues nadie
nadie tiene acceso a este templo ni a esta religión
nadie excepto mis dedos temblorosos y mi tumor.

Tras revisar todos los instantes regreso
al que siempre guardo para el final
(los finales son lo más importante para todo:
vivimos para la muerte, un final terrible
arruina una buena historia, ¿pero cómo finaliza
una historia que no tuvo comienzo?).
Se trata de un cuadrado negro enmarcado en blanco,
quizás arriba a la derecha se distinguen unos tonos añiles.

Añiles y entre la bruma
nos llegaron las risas de quienes esperaban
nos cruzamos porque sí, por casualidades,
o quizás viniste a buscarme.

Te recuerdo fugaz y a mí huidiza
los latidos de garganta a garganta
y entre tu aliento y el mío una sonrisa
antes de volver a la terraza.

En esta caja en forma de corazón
hay también una cadena oxidada y un candado
del que te confieso que no tengo la llave.
Si la encuentras tirada en alguna de tus calles,
dentro de la nevera o atascada en tu cuello,
te pido disculpas: abriré la mano cerca de tu pecho
nos miraremos a los ojos y entonces ya me dirás
qué hacemos.


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