Poemas del perro blanco

I
El perro blanco tiene
patas alargadas hocico alargado
costillas de hambruna pelaje suave
un ladrido que atraviesa montañas
un aullido cada vez que se relame
las heridas no sanadas.

El perro blanco está a trescientos
ochenta y cuatro mil kilómetros
está aquí al lado amenaza
con ocuparte la casa
con comerse tus sombras
con reírse como una hiena
de tu colección de películas
porque no las ordenas porque
no son las que él quiere que sean.

El perro blanco tiene los ojos blancos
y las garras blancas y las pestañas
blancas blancas blancas
mortecinas una saliva
densa y cruda de la que quema
sospecho que tiene la rabia
sospecho que no le importa:
el perro blanco me odia
y espera que yo le quiera.

II
Me ha despertado el perro
en una noche ahogada de luna
-no eché la persiana y ahora
la luna es un sol aciago que ilumina
esta estancia este circo
de piel seca y alientos fríos.

Me tenía abrazada por la espalda
con sus patas blancas sus garras
pulidas yo echa un ovillo
entre su pelaje blanco de lija
se ha movido y lo encuentro encima
de las venas trenzadas de mi cuerpo
soberano dictador elegido
un año tras otro una falta tras otra
dos votos, dos síes: el mío
y el del perro blanco
que tiene las patas traseras
hincadas en mi vientre
mátame todos los hijos vuélveme
estrecha como un corredor
las delanteras sobre los pechos
y me ahogo me ahogo me duele
la historia de los corsés y las mujeres
la historia de la baba ácida que cae
hacia mi rostro lo derrite
me borra todos los rasgos
desfigurada irreconocible
ni lloro ni grito ni hablo
al perro yo sólo le suplico
quiéreme por favor un poco
sólo un poco nada más
y él me responde
suavemente blancamente
que no.

III
Se ha deslizado una palabra
desde los incisivos por mi labio
me ha bajado por el muslo
se ha caído al suelo toda ella
entera sin tocar toda ella
y al instante mis manos en la boca
no no perdona perdona
no quería decir eso -sí quería-
quería decir esto otro
que es lo mismo pero mejor dicho
que es lo mismo pero sin miedo
sin posible estrujar ni giro
como si fuera un paño
empapado de aceite usado.

El lomo del perro blanco
se eriza, estalagmitas afiladas
agarra mi palabra y la parte
la destroza la golpea
has dicho esto sí sí esto
tan horrible ha salido de tu boca
la pega con cola blanca
collage infantil desordenado
se lo das a tu mamá
qué orgullosa está cómo te quiere
en el salón para siempre
toda tu blancura enmarcada
todas mis palabras
desmembradas desolladas
poema dadaísta no comprendo
cómo hemos llegado a esto.

IV
Tenía un ladrillo en la mano
y ahora lo agarra el perro blanco
patas traseras en mi vientre
delanteras en mi pecho
no le suplico nada
se me caen lágrimas tontas
qué inútiles mis miembros laxos
mientras el perro blanco descarga
el ladrillo contra mis dientes
me destroza los labios
tantos años de aparatos
a la mierda a la mierda
me quedo sin lengua
se vuelve de piedra
mi sangre no alcanza
ese pelaje blanco esos ojos
blancos blancos blancos
que cubren de nieve los bosques
de los míos, las junglas
las hojas tiritan
los animales mueren
y yo aquí con media cara rota
como cuando era niña
despojada de mis armas
de mis palabras mías
de mi ladrillo rojo
como la sangre que me tiñe
todos los cabellos.

V
El perro blanco está lejos ahora
está muy muy lejos
y aquí al lado al mismo tiempo
nunca terminará de irse
sus ladridos atraviesan montañas
ríos campos mi ladrillo
el que dejé un momento
junto a mi cadera
sentada en un banco
abrazada en una noche de viento
a un rayo de sol suave
que me acarició las heridas
los dientes mal colocados
-las muelas donde los incisivos
los colmillos dentro de la encía-
besó la cicatriz de mi boca
y me dijo
no eres mala
no eres mala
-quise creerle
agarré a esas palabras
me las tatué en el cuello
y me fui con mi ladrillo
me fui a mirarme en un espejo:
tenía los dientes donde debía
y al perro blanco
temeroso de mí en una esquina.

(Créditos por las imágenes:

Lobos en blanco y negro
Lobos en rosa: fuente no encontrada)