C̴͙͌̿̂͋̏̔̐͑͌̚̚͜͝a̷̛̞̫͙̻̪̟͎͓̓͆͗̍͐̏̈́̿̑̈́̊̐͑ŗ̵̹̫͎͔̩̫̣̝̮̳͓̆̔p̵̨͔͎̩̪̙̫̥̺̙̠̑̔̎̾e̷̪̿̋́̂̀́͋̄̽̽͗͝͝ ̸̣͚̺̭̦̦̜̺͒͗̏͜D̶̰͉͖͓͖͇̟̳̫̹̝͋̌͋́̚͜ï̵̹̹ȅ̷̡̝͍͍̥͙̳͉̻̦̱̺͎͐͐̇̓̋̎̀͊́̾̕m̴̧̼͈̹͎̩̦̞̯͙͓͈̗̻̀͊̅̄́̌̓̄͛̂̄̕
La llamo Juls porque no soy yo.
La llamo Juls porque suena más en boga, porque se sienta de forma despreocupada en las sillas y se tumba sin cuidado -creen los demás- en los sofás, porque en momentos de estrés siempre tiene una palabra de aliento en la boca, mezclada con mimo natural, tan natural que nadie piensa que hay mimo alguno, con algún chascarrillo que alivie la tensión. Y si Juls se estresa, ay, qué haremos, esto pinta fatal si incluso ella, Juls, está estresada: no os preocupéis, enseguida performo y vuelvo a ser Juls, y Juls entonces busca otro chiste, otro meme comprensible por todos, y ríe a carcajadas amplias que reverberan contra los cristales y que alivian los puños que aprietan estómagos y corazones -por dentro de Juls se ve a una muchacha con gesto serio, iluminada por el resplandor de una pantalla de móvil, observando con angustia los "escribiendo" en la parte de arriba del chat.
La llamo Juls porque no soy yo, aunque a veces sí que soy un poco Juls.
La imagen más clara de Juls es la de una muchacha de catorce o quince años que saca cincos en el instituto -no porque no pueda sacar más, lo cual tampoco es desacertado, sino porque no le importa, no le da la real gana, a más intentes convencerla de que podría ser una alumna de diez más se esfuerza ella en ser mediocre, más se escaqueará de las clases con excusas de enfermedad, aunque es cierto que está enferma, y menos ganas le pondrá a cada ejercicio, examen y asignatura excepto, obviamente, las pocas ocasiones en las que la profesora de Lengua manda de deberes escribir un cuento.
Esta Juls tiembla de la rabia cuando se enfada, es incapaz de contener el gesto de ira en el rostro aunque mantenga un tono neutro en la voz, no se echa a llorar. No se echa a llorar. Piensa en todas las cosas feas que nadie sabe que piensa y no se echa a llorar. Discute con compañeros y profesores por cosas que, en la veintena, encontrará con sabor a zumo de pomelo, y no se echa a llorar. Diez años después, con veinticinco, Juls no soy yo -juraría que, con el paso del tiempo, cada vez menos gente me llama Juls, aunque yo jamás les haya dicho que no lo hagan. ¿Se habrán dado cuenta de que Juls ya no soy yo, aunque veces sea yo, aunque queden retazos de Juls en mi forma de actuar, de hablar, de meter a los tres peluches en la cama conmigo aunque ya no los abrace? Y de pronto dicen mi nombre, no mi apodo. Mi nombre con todas sus letras, con la jota que cruje y raspa en la boca de la garganta, con las dos vocales débiles pero no os confiéis que la última será siempre una fuerte.
No sé cuándo quedó Juls atrás pero a veces me gustaría recuperarla del todo y no echarme a llorar. Quiero ver la fecha de vuelta a mi ciudad y no morirme de la pena, vivir el ahora como lo haría ella, Juls. Esa Juls que no viajaba porque odiaba la mera idea de viajar, que se veía como una piedra llena de musgo y no como una ciudad en miniatura, pues contengo multitudes, reconstruida sobre sus propias ruinas y plagada de grietas doradas de kintsugi -qué digo, si le pegué una patada a la ciudad: como en el final de Evangelion, pero con mar plateado, dentro de mis mareas nadan todas las que soy y no soy, las que fui y las que pretendo ser, las que performo ser, y a todas se les caen las lágrimas por las mejillas, incluso a Juls: la agarro dentro de mi puño y casi parece esperanzada, con sus ojos hinchaditos y sus marcas de granos en la barbilla. ¿Volverás a ser yo, por fin? ¿Dejarás de llorar?
La llamo Juls porque no puedo ser ella, pero a veces me la clavo dentro del cuello, donde se me acumulan todas las palabras y todas las lágrimas, y me digo que voy a ser ella.
De pronto me siento despreocupada en las sillas, me río a carcajadas de aceite que destaponan los oídos, y me digo que no voy a llorar. No hoy, no mañana. Juls está aquí durante unas horas, durante siete días, durante el tiempo que haga falta, y vais a amarla porque es la manic pixie dream girl universal. Ella, toda fuego que sana aunque podría quemar, toda hoguera alrededor de la que bailar -derrama tu cubalibre, tu gin tonic, tu mojito por encima-, toda llama cálida ante las ráfagas de la noche y brillante frente a lo más oscuro. Ella, nada de agua, nada de lágrimas. Ya llorará a solas, cuando nadie la vea, cuando nadie sospeche que he sacado a Juls de la plata líquida esta mañana porque Saturno me ha tomado, entre su dedo índice y pulgar, de la cintura y me ha dicho "es de nuevo tu turno, muchacha, contesta: ¿qué harás?".
(Fuente de la imagen: no confirmada).
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